Eran las tantas de la mañana del Sábado. Volvía a casa acompañada por un amigo, que no paisano. De frente y por la misma acera, acortaba distancia uno de esos "personajes" (con cariño) típicos de mi pueblo, conocida por todos los antequeranos, ayudada por muchos y burlada por otros tantos. Verla me dio seguridad ¡a pesar de sus pintas!
...ella es así -pienso- Se tambalea pero no se cae, te pide pero no te atosiga. Vaga sin rumbo fijo y nunca hace daño. Sé que también me reconoce... que yo también soy de aquí.
Sin embargo, mi amigo estaba loco por cruzar de acera. Aligeraba el paso, cortaba la conversación... la inseguridad que le daba esta presencia se hacía notar. Así que, mientras ella se acercaba, comencé a contarle las anécdotas que conocía, las que ayudaban a que su imagen me transmitiera confianza. Y pasamos junto a ella:
- Buenas Noches -dijo ella.
-Nosotros tardamos en reaccionar ante la poca costumbre, pero le respondimos de igual forma- Buenas noches...
Lo que no había hecho absolutamente ninguna de las personas que, con perfecta presencia, pasearon por nuestro lado anteriormente. Y me sentí orgullosa... como si fuera una parte más de mi tierra.
La inseguridad ante aquellos transeúntes o mendigos que no conocemos es inevitable. Personajes típicos de cada pueblo o ciudad que disponen de un curriculum inestimable de hazañas que sólo comparten los que conviven con ellos, pero su aspecto no puede más que transmitir desconfianza hacia los que, por vez primera, se los cruzan. Curiosa y entrañable sensación.